Hacía tiempo que habíamos escuchado hablar de esta ruta y no nos la queríamos perder, por su paisaje singular y porque se inicia además en un pueblecito encantador del cual parten muchos otros senderos. Y por ello no nos conformamos solamente con la opción que llevábamos planeada, sino que al acabar, la enlazamos con otra ruta, así que aquí os explicaremos las dos para que podáis realizarlas tanto por separado como unidas, tal y como nosotros las hicimos.
La ruta es Los socalcos de Sistelo, y la unimos con los pasadizos de madera. Se inicia en esta pequeña «freguesía» (parroquia) de Arcos de Valdevez, en el norte de Portugal.
Después de dejar el coche, iniciamos nuestra aventura dirigiéndonos a la plaza de Sistelo, pero antes de llegar allí llama poderosamente nuestra atención este pequeño cruceiro o capilla y también os llevará un buen rato observar el pintoresco patio de la casa que se sitúa justo detrás, con innumerables artilugios y elementos decorativos que llenan de colorido y alegría este rincón.
A pocos metros, este panel informativo y señales acerca de los diferentes senderos que parten desde este punto:
¿Qué apetecibles, verdad?
Pues bien, comenzamos a caminar por donde nos indican las marcas y pasamos delante de esta placita desde donde podréis observar al fondo esa casona con forma de castillo:
Y allí mismo está este otro altar y una «eira» repleta como ves de pequeños hórreos, un punto de lo más interesante:
Sistelo tiene a cada paso una nueva sorpresa:
Un poco más adelante, aparecen unas largas escaleras que descienden hacia el río Vez y parecen no tener fin:
Pero si, cuando llegamos al río cruzamos este puente metálico:
Seguimos las marcas y las señales que nos conducen a través de estos caminos antiguos a otro puente, esta vez de piedra:
Continuamos…
Encontraréis marcas de sendero de corto recorrido (rojo y amarillo en Portugal) y de largo recorrido (rojo y blanco) ya que este tramo es común para varias rutas de diferentes longitudes:
Empezamos a subir mientras el paisaje va cambiando…
Y encontramos esos socalcos de los que tanto habíamos escuchado hablar, obra de la mano del hombre para facilitar las labores de cultivo y recolección de la viña:
Nos encontramos estas interesantes marcas de ruedas de carros:
Caminando un poco más, llegaremos a la parte más alta del sendero y ya pronto aparecerá una señal que nos invita, por fin, a descender:
Y eso hacemos, pero seguimos contemplando un paisaje que se repite mires hacia donde mires:
Continuamos la ruta por empinadas laderas donde nos encontramos ganado típico de la zona:
Poco después tenemos que caminar un rato por carretera y después por esta senda que estaba en muy mal estado: las piedras sueltas y llena de ramas que habían sido cortadas y que allí mismo quedaron:
A través de ella llegamos al río:
Caminando junto a sus aguas un rato, llegaremos al puente de piedra que cruzamos antes y ya estaremos cerca del inicio, pero antes tendremos que subir las mismas escaleras interminables que antes bajamos. Coged aire y ganas para ello:
Pues bien, hemos acabado esta ruta, y como sabéis, la hemos enlazado con otra, que parte del mismo punto, la plaza del pueblo. Allí veréis los indicadores:
Desde allí volvemos a contemplar el castillo y otras bonitas casas como ésta:
Descendemos por este camino empedrado:
Pasaremos por encima del río, donde veremos alguno molinos de agua y un cruceiro, que precede a la iglesia:
Finalmente llegamos al río y debemos cruzarlo:
Al otro lado nos esperan las pasarelas de madera:
A cada paso querréis asomaros para contemplar el río, allá abajo:
Poco después cruzamos una cascada:
Y seguimos caminando…
Hasta que las pasarelas de madera acaban y llegamos al río Vez. Caminamos un rato muy cerca de sus orillas, y observamos que, como sucede a menudo y cada vez más, aparecen en diferentes paisajes y ambientes piedras o, en este caso, cantos rodados apilados formando estas pequeñas torres o pirámides y que, debéis saber, son muy perjudiciales para el medio ambiente, puesto que al cambiar de sitio o sacar las piedras de donde están de manera natural, estaremos destruyendo el hogar y el refugio de muchas especies que viven en ese lugar, alterando y degradando así ese ecosistema.
Si bien es cierto que en muchas zonas estos montículos se vienen realizando con otros fines, como marcar caminos, sobre todo en lugares donde la nieve en invierno lo cubre todo ocultando las sendas por donde pastores y caminantes deben transitar.
Así que ya sabéis, no debemos realizar estas pequeñas «obras de arte» que si bien nos pueden parecer bonitas, ya sabéis que pueden resultar muy nocivas para el medio en el que se hallan y para sus habitantes.
Comenzamos a subir hacia el pueblo y de nuevo encontramos marcas de ruedas de carros:
Y subiendo subiendo, sin darnos cuenta, llegamos a la plaza de Sistelo de donde partimos, y decidimos perdernos un rato por sus pequeñas callejuelas que nos sorprenden en cada rincón mostrándonos unas casas realmente sorprendentes y encantadoras:
Entre tantos adornos, difícil encontrar al gato: