Es ésta una de las rutas más solicitadas y buscadas de la provincia de Pontevedra; es increíble la cantidad de turistas de otras partes de España que vienen buscándola y/o preguntan por ella. La verdad es que posee un alto valor etnográfico, paisajístico y natural, no en vano estos molinos fueron declarados Bienes de Interés Cultural, y tienen además un recorrido corto y fácil para poder conocerlos apropiado para un amplio rango de edades. Es una de esas rutas en las que los fines de semana suele haber familias con niños y abuelos.
Antes de nada, aclarar que hay 2 opciones: 1 es hacer la ruta corta, sólo los molinos del Folón y del Picón, lo cual te llevará hora y media y se hace siguiendo las marcas blancas y amarillas, ya que es el PR-G 94 y la segunda opción es hacer la ruta larga, de 18kms que no está marcada, y para lo que necesitarás guiarte de un dispositivo GPS. Nosotros hicimos esta segunda opción: más horas, más kilómetros y más sensaciones!
Es fácil llegar hasta ella, está muy bien anunciada en carteles marrones desde la carretera general que pasa por O Rosal. Se puede empezar donde el Centro de Información, pero nosotros la empezamos aquí, en el Mesón Casa da Pintora. Aparcamos en un huequecito que hay poco antes y tiramos hacia abajo, por la carretera unos metros y ya enseguida, por un camino de tierra que desciende a la derecha.
Aquí es donde está la recién estrenada área recreativa y es donde empieza la mayoría de la gente. Como ves, hay muchos paneles informativos acerca de lo que vamos a ver durante la ruta:
Y empezamos a ascender por los molinos del río Folón:
Caminaréis entre molinos, puentes de madera, aguas cristalinas…
Intuímos la presencia de unos simpáticos roedores: las ardillas. No las vemos, pero las piñas tan bien aprovechaditas esparcidas por el suelo, son clara prueba de que están ahí:
Continuamos subiendo extasiados por tan bellas estampas:
Era febrero, pero había más de 20 grados…
Y hubo unas que yo me sé, que al ver la poza tan bonita al pie de la «fervenza», se tiraron sin pensarlo dos veces!
Llegamos al mirador donde nos detenemos un rato para descansar, recuperarnos de la tremenda subida a pleno sol, y contemplar las vistas: el río Miño en su tramo final, Portugal y el Monte Tecla…
Toca subir un poquito más, y llegamos a lo alto de los molinos. Desde aquí disfrutaréis también de unas vistas chulísimas:
Pues una vez aquí, en lo alto, podéis: bajar por los molinos del Picón, que sería la ruta corta; o continuar caminando y hacer la ruta larga que fue la que hicimos nosotros. De verdad que merece mucho la pena.
Si elegís continuar, os recomendamos que elijáis el camino hacia el este, para ir encontrándoos progresivamente estas maravillas. Os cuento:
Para empezar nos encontramos con esta langosta…
Y poco después, la joya de la corona de esta ruta, el punto que más nos apetecía visitar de esta apasionante aventura:
La gran poza:
Y… recuerdas que era febrero, pero había más de 20 grados??? pues bien, ésto es lo que hicimos: no pudimos resistirnos a la pureza y al color verdeazulado de esta preciosa piscina natural y… al aguaaaa!!!
Menudo frío, pero menuda experiencia!
Pero la ruta no había hecho más que empezar, así que tuvimos que seguir caminando. Como ya comenté antes, era uno de los primeros días en que la temperatura primaveral se había hecho notar bien y la fauna estaba deseando salir de sus refugios invernales para tomar el solete. Nos encontramos, por ejemplo, varios de éstos escarabajos tornasolados, de los favoritos en la dieta de los zorros, y muchas lagartijas, ésta como veis, muy atrevida!
Llegamos al «Muíño da Pinta», cuidado y decorado con mimo:
Unos metros más arriba veréis más molinos, éstos en ruinas, y un puente sobre el río da Cal:
Subiendo por la orilla derecha del río da Cal, llegamos a un bello rincón donde decidimos parar a comer, a descansar y a bañarnos otra vez!!!
Una vez comidos, descansados y fresquitos, decidimos continuar. Debéis volver al puente que dejamos unos metros río abajo y retomar el camino. Continuamos ahora por este enorme pinar, caminando tranquilos, sin grandes desniveles…
Al llegar a este riachuelo, las tres peluditas decidieron bañarse una vez más. Era febrero, repito, pero hacía muuuuuuucho calor!
Después de caminar un buen rato hacia el oeste, llegamos por fin, a la costa, y desde lo alto tenemos este impresionante encuentro con nuestro querido Océano:
Desde aquí verás Cabo Silleiro a lo lejos, y casi debajo de nuestros pies, el Real Monasterio de Santa María de Oia, monasterio cisterciense fundado en el siglo XII, y especialmente bonito por su curiosa ubicación al borde del mar.
Continuamos caminando y disfrutando de las vistas. Y llegamos a la Poza dos Corvos, donde una vez más, las peludiñas aprovecharon para remojarse:
Minutos después, subimos hasta un marco geodésico, al lado del cual encontramos la Piedra del Delfín. Sin duda, está deseando saltar al Atlántico:
Desde aquí ya podemos observar el Monte Tecla en A Guarda, y al otro lado del río, los montes de Caminha, en Portugal:
Hermoso el Miño en su desembocadura:
Se va yendo el sol mientras caminamos ya hacia los molinos de nuevo y nos deja estas estampas inolvidables del Baixo Miño «entre lusco e fusco»:
Pero antes, llegamos a la Capilla de San Martiño, donde los vecinos de O Rosal suben en noviembre a celebrar la romería:
Y ya encontramos de nuevo la ruta oficial de los molinos. Ahora bajaremos por los del río Picón:
Aquí encontramos rastros evidentes de que es una zona muy visitada por los jabalíes:
Una hermosa zona con merendero donde podrás descansar, reponer fuerzas y comer algo mientras disfrutas de las vistas…
Y llegamos ya al inicio de la ruta. Han sido 18 kilómetros de inolvidables paisajes y sensaciones!
FICHA TÉCNICA:
Dónde: en O Rosal, Pontevedra.
Circular: si
Señalizada: la ruta corta si, la larga no
Dificultad: media
Distancia: la ruta corta, 3’5kms. La ruta larga, 18’76kms.
Duración: ruta corta, 1hora 30minutos. La ruta larga, 6horas 30minutos.
Consejo: bastón y buen calzado. Si hace mucho calor, protección contra la radiación solar.
Mapa: